En la actualidad, se observa una tendencia creciente a dedicar importantes esfuerzos a ofrecer soluciones complejas con un alto componente de personalización. En los casos más exitosos el conocimiento generado en este proceso es la base sobre la que se construyen las capacidades innovadoras en las empresas. Pero, ¿qué pasa si la apuesta no equilibra las apuestas tecnológicas con las no tecnológicas?
Este es un tema esencial en el escenario actual: el nivel de sofisticación de la demanda, el grado de exigencia de los clientes y la amplia variedad de oferta e información, entre otras cuestiones, hacen que las empresas apuesten por desarrollar soluciones de corte esencialmente tecnológico, sin abordar aspectos como la monetización.
Monetizar el esfuerzo y gestionar el modelo de negocio como un sistema resultan objetivos esenciales para ser competitivo en el entorno actual. A pesar del carácter predominante tecnológico del esfuerzo innovador en la mayoría de las pymes, son frecuentes los casos de empresas que han generado transformación significativa en su relación con el cliente y la propuesta de valor, pero ello no es suficiente para crear una ventaja sostenible.
Ciertamente, que el tamaño de nuestras empresas constituye un obstáculo importante, ante el cual la configuración de verdaderos esquemas de colaboración (más allá de la subcontratación de servicios, procesos….) resulta de gran interés para seguir en la senda de la competitividad.
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